Un estudio evalúa el impacto social del bioetanol

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01/04/2013
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Agencia de Noticias DiCYT
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La revista 'Energy Policy' recoge un trabajo de la Universidad de Salamanca que ahora se centrará en la planta de Babilafuente

José Pichel Andrés/DICYT Una investigación del Instituto de Estudios Sociales de la Ciencia y la Tecnología (eCyT) de la Universidad de Salamanca está evaluando los impactos que tiene para la sociedad el etanol como biocombustible. Un primer trabajo fruto de esta línea acaba de ver la luz en la revista Energy Policy. Tras revisar investigaciones anteriores en este campo, el estudio apunta a la necesidad de que los proyectos relacionados con el bioetanol no sólo tengan en cuenta las repercusiones económicas y medioambientales, sino también las sociales.

 

“Aún nos queda mucho para entender cuál es la dimensión social de los biocombustibles. Desde el aspecto académico nos faltan metodologías que analicen de manera sistemática y armónica este ámbito”, afirma en declaraciones a DiCYT Bárbara Esteves Ribeiro, investigadora brasileña del eCyT que en su proyecto de tesis propone un marco teórico para realizar esa evaluación. “Muy pocos trabajos evalúan las cuestiones sociales de los biocombustibles, frente a otros análisis, como los económicos, así que es necesario estudiar la dimensión social del bioetanol, el biocombustible más producido en el mundo”, asegura.

 

La publicación de Energy Policy recoge los resultados del análisis de contenido de 90 artículos científicos de revistas internacionales que relacionan aspectos sociales y el ciclo de vida del etanol, que incluye fases que van desde la producción de los insumos (en este caso, cultivos que se destinan a la producción del biocombustible), hasta el uso del combustible por parte del consumidor, pasando por todos los procesos intermedios de conversión.

 

Los actores sociales que se ven implicados son múltiples, por ejemplo, los agricultores dueños de la tierra, quienes trabajan para ellos, empleados de las plantas de producción de bioetanol, transportistas del combustible y muchas otras personas que participan en la cadena de valor y prestan servicios en algún punto del proceso. A ellos hay que añadir actores indirectos como los miembros de comunidades cercanas a los cultivos o a las plantas de producción, así como la sociedad de manera general, que diseña planes locales, nacionales o internacionales sobre el desarrollo de esta forma de energía.

“He podido verificar que los impactos son muchos y que son difíciles de cuantificar. Puede que el combustible no sea sostenible desde el punto de vista social aunque sí lo sea desde el punto de vista económico y medioambiental”, indica Bárbara Esteves. Por ejemplo, para algunas comunidades indígenas de Brasil, una planta de bioetanol puede suponer un desplazamiento y la destrucción de su modo de vida. Pero también es posible lo contrario: en determinados lugares, una planta de bioetanol puede significar un empujón al desarrollo de la comunidad que se traduzca en la construcción de escuelas o centros de salud.

 

Si en el aspecto académico aún no existe una metodología que evalúe estos factores, “en lo político este asunto queda completamente olvidado, no entra en la evaluación de la sostenibilidad de los combustibles”, a pesar de que la producción de bioetanol está relacionada con la seguridad alimentaria, en el sentido de que influye en la producción de cultivos destinados a la alimentación, o en la seguridad del agua, necesaria en grandes cantidades para estas materias primas y para las plantas de producción.

La aceptación pública de la tecnología es una de las claves para evaluar el impacto social. Cada persona, en función de sus circunstancias, estará a favor o en contra de manera diferente, pero esta opinión ciudadana viene marcada por los cambios sociales y culturales que provoca en cada lugar. Por eso, antes de que se realice un proyecto de estas características “sería ideal” valorar esa dimensión pública.

 

Babilafuente

 

Uno de los próximos pasos en esta línea de investigación es entrevistar a los habitantes de Babilafuente, localidad salmantina en la que existe una planta de bioetanol, para saber qué piensan sobre su impacto.

 

En esta consulta se tendrá en cuenta el cambio tecnológico que supone pasar de la primera general de bioetanol, en la que se emplean como materias prima cultivos que también se destinan a la alimentación, como la cebada, el maíz o la remolacha, a la segunda generación de bioetanol, en fase de investigación y mejora, que permitiría utilizar otros recursos, como la madera. “Debemos evaluar la probabilidad, la reversibilidad y la importancia de los cambios sociales de esta transición para evaluar su sostenibilidad”, señala la experta, que destaca el valor que tiene esta línea de investigación de cara a la toma de decisiones políticas.