"España y Japón tienen un potencial enorme para colaborar en ciencia"

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16/12/2015
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Agencia de Noticias DiCYT
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Francisco Javier Jiménez Espejo, presidente de la Asociación de Científicos Españoles en Japón, ofrece una conferencia en el Centro Cultural Hispano Japonés de la Universidad de Salamanca

José Pichel Andrés/DICYT Francisco Javier Jiménez Espejo, presidente de la Asociación de Científicos Españoles en Japón, ha ofrecido esta tarde una conferencia en el Centro Cultural Hispano Japonés de la Universidad de Salamanca. Este investigador de la Agencia para las Ciencias y Tecnologías Marinas (o JAMSTEC por las siglas en inglés de Japan Agency for Marine-Earth Science and Technology) ha explicado las diferencias científicas y culturales que existen entre España y el país asiático, pero ha remarcado las oportunidades que existen para aumentar las relaciones en el campo de la investigación científica.

 

La asociación que lidera cuenta con unos 70 miembros, pero los investigadores españoles que viven en la actualidad en el país nipón pueden ser en realidad entre 200 y 300, un número muy difícil de conocer con exactitud porque hay muchas estancias temporales.

 

Los científicos extranjeros se ven atraídos por las áreas en las que Japón es una potencia, como la física y algunas especialidades de la medicina. Este mismo año, el japonés Satoshi Omura ha ganado el premio Nobel por sus estudios de enfermedades parasitarias, junto al irlandés William C. Campbell y la china Tu Youyou.

 

Entre los españoles que trabajan en Japón hay muchos dedicados a estas especialidades e incluso liderando proyectos destacados. En la actualidad, Francisco Javier Jiménez Espejo, en colaboración con la Universidad de Salamanca, desarrolla un ambicioso proyecto para estudiar el momento en el que el mar Mediterráneo se quedó sin conexión con el océano Atlántico, hace cinco millones de años, lo que ocasionó un gran depósito de sales.

 

“En Japón tenemos mucho interés por ese fenómeno, porque no existe investigación en este tipo de cuestiones y se han dado cuenta de lo importantes que pueden ser”, asegura. “Japón y España están casi en la misma latitud, las variaciones climáticas que se producen en un lado del continente euroasiático también se pueden trazar en la otra punta. Además, un evento de ese tipo, por el que hubo menos sales en la circulación marina, pudo favorecer las glaciaciones, así que tiene efectos globales”, comenta.

La importancia del método

 

Los estudios científicos japoneses y europeos tienen algunas diferencias, según Jiménez Espejo. Una de las más importantes es que los japoneses le dan mucha importancia al método. Mientras que en Europa los expertos se centran en una disciplina y utilizan distintas técnicas para aproximarse a ella, en Japón el investigador se centra en el desarrollo de la técnica, que puede aplicar a distintas disciplinas.

 

Por otra parte, frente a otras sociedades, en las que un científico destacado puede tener más libertad en cuestión de horarios o tareas, los japoneses otorgan mucha importancia a la armonía del grupo.

 

Además, “ellos son muy ortodoxos en ciencia”, lo cual se asocia con la forma de pensar tradicional del país. “Si un japonés se dedica a la pintura o a la música, primero está obligado a conocer todo lo anterior y a desarrollarlo y solo cuando llega a ser maestro se permite la innovación”, comenta el presidente de la asociación. Por el contrario, en Europa la juventud está asociada a no respetar las reglas y a realizar nuevas aproximaciones y este contraste también se traslada a la ciencia. “Las dos cosas tienen aspectos positivos y negativos, pero allí los posdoctorales son más pasivos, así que están intentando cambiar para que la gente joven sea más atrevida”, apunta. La internacionalización y la incorporación de la mujer son otros retos que está intentando afrontar la ciencia japonesa.

 

Integrarse en Japón

 

Sin embargo, el choque cultural se produce en todos los ámbitos, hasta el punto de que las universidades japonesas editan guías para extranjeros que recogen normas de comportamiento. “Son conscientes de sus particularidades, así que intentan ayudar al investigador extranjero a integrarse en su ambiente laboral”, señala.

 

Por eso, Jiménez Espejo considera que los jóvenes investigadores españoles tienen una gran oportunidad si se interesan por Japón, un país que participa en grandes proyectos internacionales, pero cuyas relaciones científicas se centran mucho más en Estados Unidos. “Hay mucha información en internet y en la embajada, existen muchos programas de doctorado para extranjeros y becas, algunas para trabajar en empresas”, comenta.

 

La asociación que preside, además de ayudar a promocionar el trabajo de los científicos españoles en Japón, también sirve de orientación. “Lo más difícil es el primer contacto, porque en Europa puedes llamar o mandar un correo a cualquier investigador, pero allí necesitas una persona que te introduzca antes de que te den la tarjeta de visita de la persona con la que quieres contactar”, destaca.

 

Probablemente, este tipo de barreras hace que aún haya pocos investigadores españoles en Japón. “A pesar de que es un país desarrollado no es un destino prioritario y es una lástima, porque el potencial de colaboración es enorme”, afirma.

 

Además, también hay japoneses que trabajan en España en áreas que les resultan interesantes, como el diseño, la arquitectura o la gastronomía, que también investiga en sabores y texturas, por ejemplo.

 

Para reforzar estos intercambios, el papel del Centro Cultural Hispano Japonés puede ser clave, y más ahora que se ha puesto al frente un científico, José Abel Flores. “Las relaciones culturales están bien establecidas y son muy ricas y ahora el centro puede desarrollar la relación científico y tecnológica, existen unas posibilidades tremendas, solo falta que la gente se entere y las aproveche”, destaca Jiménez Espejo.