Células de la piel que pueden salvar el cerebro

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18/12/2015
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Agencia de Noticias DiCYT
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El investigador español Daniel Tornero, que trabaja en la Universidad de Lund (Suecia), explica en Salamanca sus estudios sobre reprogramación celular para regenerar neuronas tras un ictus

JPA/DICYT El Instituto de Biología Funcional y Genómica (IBFG, centro mixto de la Universidad de Salamanca y el CSIC) ha acogido hoy una conferencia de Daniel Tornero, investigador español que trabaja en la Universidad de Lund (Suecia) en un proyecto que intenta reparar el cerebro dañado tras un ictus. Este problema, también llamado accidente isquémico cerebral o infarto cerebral, consiste en la obstrucción de un vaso sanguíneo y provoca una pérdida importante de neuronas. Las investigaciones de Daniel Tornero indican que podrían tomarse células de la piel del propio paciente, reprogramarlas hasta obtener células madre, convertirlas en neuronas e inyectarlas en la zona afectada para ayudar a recuperar las funciones perdidas.

 

“Tras un ictus hay una parte del cerebro que se muere porque las neuronas de esa zona se ven afectadas”, explica en declaraciones a DiCYT, “el problema es que el cerebro tiene una capacidad de regeneración muy limitada en contraste con otros tejidos, como la piel, así que nuestra idea es ayudar a que se recupere de esa lesión mediante la inyección de células madre del propio paciente”. A estas células se les podría inducir una diferenciación neuronal, es decir, hacer que se conviertan en nuevas neuronas que ayuden a superar la lesión. El hecho de ser células propias, eliminaría un posible rechazo del trasplante.

 

En 2013, los científicos de la Universidad de Lund publicaron un artículo en la revista científica Brain sobre los primeros resultados en animales, para los que se había trabajado con un modelo de accidente isquémico en rata. “Demostramos que células humanas de la piel eran capaces de mejorar la recuperación de estos animales después de sufrir un ictus a través del trasplante de estas células”, señala el investigador.

 

En los dos últimos años su objetivo ha sido averiguar cómo estas células se acaban acoplando al tejido nervioso. “Aunque son neuronas humanas dentro de un cerebro de rata, son capaces de integrarse y llegar a funcionar como neuronas maduras”, afirma.

 

El siguiente paso sería realizar pruebas clínicas en pacientes. Las terapias con células madre ya se están desarrollando en otras patologías, como el párkinson. Incluso en China ya está en marcha un estudio con pacientes que han sufrido un ictus. “El punto crucial es la seguridad de este tratamiento, nuestro mayor objetivo es elegir la terapia más segura para el organismo y que conlleve la menor cantidad de efectos secundarios que sea posible”, destaca Daniel Tornero.

 

“Somos cautos, no queremos crear falsas esperanzas porque somos conscientes de la dificultad de trasladar todos estos estudios básicos a la clínica”, advierte, “es como abrir puertas que llevan a pasillos muy largos”. La aplicación de estas terapias con células madre al cerebro podría hacerse realidad en 15 o 20 años, calcula, a pesar de que en otras especialidades médicas los resultados parecen mucho más cercanos.

 

El cerebro, más complicado

“La semana pasada se celebró una reunión en Suecia sobre estos temas y se presentaron trabajos ya realizados en tejidos más fáciles de regenerar, por ejemplo, restauraciones de retina. En estos casos la investigación está más avanzada y probablemente en cinco años veamos a los primeros pacientes beneficiados”, asegura. El caso del cerebro es mucho más complicado “por su propia estructura y complejidad”.

 

El científico de la Universidad de Lund, natural de Albacete, mantiene numerosos contactos con otros científicos españoles. Uno de ellos es Cristina Rodríguez, investigadora del IBFG que hace poco realizó una estancia de seis meses en el laboratorio de Daniel Tornero. En la actualidad, trabaja con otras dos investigadoras españolas, procedentes de Madrid y Barcelona. “Estamos recogiendo a científicos que se ven obligados a marcharse de España por las condiciones en las que está aquí la investigación”, apunta.