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Las fotografías de Marta Soul son retratos de mujeres desplazadas, aunque a primera vista nada nos indique su condición de emigrantes. La esmerada puesta en escena y el cuidado estilismo podrían hacernos pensar que se enmascara una realidad, a menudo presentada de forma más dramática y urgente. Sobretodo en los registros habituales del fotoperiodismo. Sin embargo, este proyecto pone sobre la mesa todo aquello que las representaciones fotoperiodísticas suelen excluir al abordar las crisis migratorias. En estas fotografías de Marta Soul no sólo se habla del éxodo. En ellas se produce una insólita conexión entre la emigración y los paraísos domésticos de la clase media. Puede que carezcan de dramatismo, pero en cambio sugieren un vínculo obliterado con demasiada frecuencia. Al posar en pisos nuevos, junto a los radiadores y las camas por estrenar, esos cuerpos femeninos dejan atrás la codificación victimista que las encierra en un círculo de precariedad. De repente han roto con la transicionalidad endémica. Han llegado a ocupar los espacios reservados a los sueños de otras mujeres. De ahí que la cualidad ficcional de la serie no represente objección alguna para que siga manteniendo una estrecha relación con un fenómeno tan real como la emigración