La catedrática Carmen Sáenz explica que ya no tienen sólo un carácter preventivo para enfermedades infecciosas, sino que también son terapéuticas y previenen otras patologías
José Pichel Andrés/DICYT El diseño de las vacunas vive una gran revolución porque la investigación se basa en la actualidad en las nuevas técnicas de la Biología molecular. Esta nueva realidad ha cambiado tanto la forma de desarrollar vacunas como el propio concepto que tenemos de ellas: ya no sirven únicamente para prevenir las enfermedades infecciosas, sino que también pueden ser terapéuticas y emplearse en la lucha contra el cáncer, como la que se emplea contra el virus del papiloma humano, que previene el cáncer de cuello de útero. Así lo ha explicado a DiCYT Carmen Sáenz, catedrática de Medicina Preventiva y Salud Pública de la Universidad de Salamanca, que hoy interviene en el IX Curso de Actualización en Medicina del Colegio Oficial de Médicos de Salamanca.
Entre 1993 y 2010 salieron 35 vacunas nuevas al mercado, de manera que esto obliga a los profesionales a actualizarse continuamente, según ha explicado la experta, que también es jefa del Servicio de Medicina Preventiva y Salud Pública del Hospital Universitario. Las novedades abarcan numerosos campos de la Medicina, desde gripe pandémica, al rotavirus, la difteria o la tosferina. En la actualidad, lo más novedoso es una frente al meningococo, mientras que se espera que a finales de año aparezca una frente a la meningitis B.
Desde un punto de vista científico, ¿qué hay detrás de estos avances? "Al haber entrado las nuevas tecnologías de Biología molecular en la fabricación de vacunas, ha cambiado completamente el diseño de las vacunas clásicas", asegura. Ahora se están utilizando todos los recursos de la Biología molecular, con nuevos adyuvantes o liposomas que liberan el antígeno de manera lenta. "Las posibilidades son infinitas, hasta hace unos años, los antibióticos eran los protagonistas del control de las infecciones y ahora lo son las vacunas", agrega.
La Biología molecular ha aportado una nueva tecnología en la fabricación de las vacunas. Carmen Sáenz pone el ejemplo de la vacuna frente a la hepatitis B, en cuya consecución fue clave saber cuál era el gen que producía el antígeno Australia, que es el que, a su vez, produce la infección. "Si se conseguían anticuerpos frente a ese antígeno Australia, que estaba codificado por el gen, se conseguiría inmunizar contra ese virus", afirma. Así, se aisló el genoma del virus de la hepatitis B, extrayendo el gen que codifica el antígeno y consiguiendo multiplicarlo a través de técnicas de ingeniería genética hasta obtener concentraciones grandes de antígeno Australia, que es el antígeno vacunal.
Sin embargo, las técnicas moleculares que se emplean en el desarrollo de vacunas pueden ser muy variadas. En el caso del virus del papiloma humano, "se consiguió ensamblar una serie proteínas hasta lograr una estructura que parece que es un virus de verdad, pero sin el ácido nucleico, con lo cual, el sistema inmunológico reacciona produciendo anticuerpos, pero no corre el riesgo de infectarse porque no tiene ese ácido nucleico", explica la catedrática.
Proteómica y otros recursos
En otros casos, se recurre directamente a la Proteómica, es decir, buscar qué proteínas son las que determinan el daño y buscar cómo neutralizarlas, por ejemplo, en el caso de la nueva vacuna que saldrá próximamente contra la meningitis B.
Otro recurso es los adyuvantes, como ocurrió con la pandemia de gripe A, "como había que obtener vacunas en un corto periodo de tiempo, se hicieron con menos concentración del antígeno, pero añadiendo un adyuvante que potencia la acción para que el resultado fuese igual con una concentración de antígeno 10 veces menor".
En definitiva, se está viviendo una revolución en este campo, pero que va más allá de las técnicas y que afecta a la propia definición de vacuna. "Hasta ahora, el concepto que se tenía es que las vacunas era el de una acción preventiva, es decir, si una persona se había puesto el antígeno, cuando venía la infección estaba protegida", comenta. Sin embargo, "estamos entrando en un mundo en el que las vacunas son sustancias biológicas que ya no sólo son preventivas, sino terapéuticas", apunta. Así, en VIH hay una vacuna con efecto retroviral que modifica la evolución de la enfermedad para irla retardando, de manera que ya no es preventiva, sino que es terapéutica porque se pone cuando un paciente ya está infectado.
Más allá de las enfermedades infecciosas
Además, están entrando en la prevención de otras enfermedades no infecciosas, como el cáncer, como se demuestra en el caso del virus del papiloma humano, que provoca cáncer de cuello de útero, o en el caso de la hepatitis B crónica, que provoca hepatocarcinoma. Es decir, que, al descubrirse que las patologías infecciosas producen tumores o infartos de miocardio, las vacunas frente a ellas tienen un papel más amplio. Asimismo, "se están ensayando vacunas contra el alzhéimer, frente a una proteína que se deposita en el cerebro, o frente a las drogas". En definitiva, se ha roto la frontera de la prevención de enfermedades infecciosas y ahora se dedican también a la curación y a la prevención de muchas más patologías.
Todo ello hace que, previsiblemente, en los próximos años la vacunación de adultos se multiplique y la sanidad pública deba elegir cuáles son las prioridades que hay que financiar. En este sentido, Carmen Sáenz recuerda que el desarrollo de una vacuna es un proceso largo y caro porque es esencial realizar muchos ensayos clínicos en busca de la máxima seguridad.