La vicerrectora de Estudiantes de la Universidad de Salamanca, Celia Aramburu, presentó en rueda de prensa la exposición colectiva fotográfica ‘Señas de identidad’, una atractiva propuesta cultural que podrá contemplarse hasta el próximo 10 de diciembre en la Hospedería Fonseca y que ofrece un acercamiento a la doble condición testimonial y reveladora de la imagen fotográfica, revisando momentos, circunstancias y autores de la historia del medio fotográfico de nuestro país.
La muestra, organizada por el Servicio de Actividades Culturales de la USAL, en colaboración con la Fundación Foto Colectania, está compuesta por un total de 105 fotografías -junto con material documental de la época- de reputados autores. Entre ellos, los Premio Nacional de Fotografía Pilar Aymerich (2021), Rafael San Lobato (2011), Ramón Masats (2004) y Cristina García Rodero (1996); además de Miguel Trillo, reconocido fotógrafo documental de la "movida" y de sus tribus urbanas; Fernando Gordillo, miembro de la Escuela de Madrid y del movimiento de renovación de la fotografía en nuestro país en la segunda mitad del siglo XX; y Xavier Miserachs, uno de los más importantes fotógrafos neorrealistas españoles.
En el encuentro con los medios, la vicerrectora estuvo acompañada por Luis Barrio, director del Servicio de Actividades Culturales de la USAL; Pepe Font, director de la Fundación Foto Colectania; los fotógrafos Miguel Trillo y Cristina García Rodero; y Sonia Masats, hija de Ramón Masats. Durante la presentación se explicó cómo la fotografía documental siempre habla de algo más que del referente que registra y muestra, debido a que “contiene y revela, también, múltiples significaciones que tienen que ver con el contexto en el que fueron realizadas, desde las condiciones y propósitos de los autores de las imágenes, hasta las circunstancias y características de la época”. Al término de las intervenciones, la muestra quedó inaugurada tras un breve recorrido con los autores por el espacio expositivo y las obras seleccionadas.
Evolución del medio fotográfico desde mediados de los cincuenta
A través de la obra de estos siete autores, “Señas de identidad” propone un acercamiento al modo en que tanto la sociedad como el medio fotográfico español cambian y evolucionan a lo largo de varias décadas, entre mediados de los cincuenta y mediados de los ochenta, en un camino paralelo de transformación y liberación.
El elemento común que conecta las propuestas y autores reunidos en esta exposición es su acercamiento a lo que de un modo genérico se podría definir, en diferentes sentidos, como «señas de identidad», rememorando la indagación que acomete el protagonista de la novela de Juan Goytisolo del mismo nombre. Una indagación problemática, oscura y pesimista en unas ocasiones, reveladora y esperanzadora en otras, confeccionada aquí a través de registros fotográficos que buscaban fijar, de un modo u otro, la realidad de su tiempo. Una búsqueda que desvela facetas y posibles identidades, tan cambiantes unas como persistentes otras, y que apunta también a contradicciones y cambios, a rupturas y tradiciones, o a la contraposición entre limitaciones y aspiraciones.
La exposición se inicia con la renovación de la fotografía acometida por un nutrido grupo de fotógrafos a partir de mediados de los años cincuenta, mayoritariamente articulados desde entonces en grupos o movimientos como AFAL (con Masats y Miserachs entre sus miembros), La Palangana (donde también estuvo Masats), La Colmena (de la que formó parte Sanz Lobato) o La Escuela de Madrid (a la que se adscribió Fernando Gordillo). Todos ellos, a lo largo de los años cincuenta y sesenta procedieron a renovar el medio desde diferentes actitudes y posicionamientos.
De manera general, su intención era salir del anquilosamiento y la inercia estetizante que dominaba en aquella «España en gris» del momento, tal y como la definió después el fotógrafo Manuel Falces. Hacer una fotografía viva, una fotografía de su tiempo, como ellos mismos afirmaban, era su objetivo. Buscaban un tipo de realismo, no siempre claramente definido, que les permitiera mostrar «las cosas como son», o al menos, como programa de mínimos, aspiraban a registrar una visión actual del hombre y su contorno, la fotografía humanizada característica de ese periodo. Una actitud documental y realista que a menudo se despliega con mayor eficacia desde el ámbito del reporterismo y la actividad editorial, dando entrada así a la realización de series o proyectos fotográficos, plasmados con frecuencia en forma de fotolibros (entre los que destacan algunos de Masats y Miserachs), que se apartaban de la habitual inclinación por la foto única y autosuficiente.
Años sesenta y setenta
Ahondando en la práctica documental y en la idea de serie, proyecto o reportaje de largo recorrido, y desviando el foco hacia la trastienda sociológica del país, aparecen, según entramos en los años sesenta y se inician los setenta, trabajos muy reveladores que ahondan en diversos ritos, tradiciones y costumbres populares. Hay en esta mirada una intención que se aleja del reporterismo, de la inmediatez de lo real, y se acerca a la lectura de la ritualidad y de lo simbólico como vía para preguntarse, ya sea con contenida neutralidad e intensidad (Sanz Lobato), con decidida empatía y proximidad (Gordillo) o con intencionada ironía (García Rodero), por la realidad del país y por las identidades e impulsos que lo conforman.
En los setenta, al ritmo de las propias inquietudes de la sociedad, de sus demandas e impulsos de rebeldía, parte del medio fotográfico también se rebela. Surgen nuevos fotógrafos que ven ahora, al igual que la generación precedente, anquilosada y teñida de gris la realidad, ya no solo del país, sino también la del ámbito creativo en el que se mueven. Reclaman libertad e imaginación para poder generar y construir imágenes más allá o al margen de las prácticas documentales predominantes en ese momento, abriendo así vías de experimentación que, no obstante, también funcionan a menudo como recurso alegórico para referirse de un modo crítico a la realidad del momento.
Frente al gris circundante, y el blanco y negro, comienzan a inundar de color la imagen. Su plataforma de expresión privilegiada, en un país donde las estructuras para la fotografía aún siguen siendo precarias, no será la copia en papel para exhibición o los periódicos o revistas de información, sino una revista fotográfica de referencia, Nueva Lente, que canaliza toda esa libertad creativa, aun a pesar de la persistente presión de la censura. Un conjunto, no de obras, sino de materiales impresos, ilustra en esta exposición ese movimiento de respuesta e innovación que marca y trastoca el panorama fotográfico durante la primera mitad de los setenta, haciendo eco a las ansias de transformación del país. Nuevas actitudes, nuevos intereses y nuevos discursos visuales, desde donde cuestionan, no solo el panorama fotográfico vigente, sino también muchas de las «señas de identidad» sobre las que se afirma y asienta el régimen franquista.
La Transición y los años ochenta
El periodo de la Transición abre una dinámica de transformación por la que se va alcanzando y construyendo, desde la reivindicación no menos que desde la negociación, una actualización y modernización en todos los ámbitos. Conquistas y reivindicaciones, complejas y no siempre fáciles, de las que da cumplida cuenta el fotoperiodismo de la época, prioritariamente comprometido con esos procesos de cambio, con una fotografía a la vez testimonial, combativa e informativa (como es el caso del trabajo de Pilar Aymerich), auténtico telón de fondo sobre el que se asienta y despliega lo que será la futura sociedad democrática y algunas de las nuevas actitudes fotográficas.
Sobre esas bases de cambio, alcanzadas y de alguna manera culminadas a principios de los ochenta, se despliega un proceso de modernidad acelerada que esta exposición ilustra, para finalizar su recorrido, a través de algunos ejemplos de lo que será conocida como la movida madrileña. Apelación al posmodernismo, reafirmada libertad expresiva, agitación y provocación, fusión y mezcla, múltiples contaminaciones estéticas, un panorama del que da buena cuenta, de nuevo, un claro exponente en papel impreso, la revista La Luna de Madrid, verdadero impulsor y agitador de la escena creativa en esos años. La fotografía, como medio especialmente sensible al contexto, registra e incorpora rápidamente esos nuevos hábitos, costumbres y tendencias, como ocurre con la circulación de la imagen impresa que en estos años encuentra, a través de los magazines, nuevos canales para plasmar esas nuevas realidades y personajes que pasan a definir y connotar el paisaje urbano. Especialmente representativos, en este sentido, son los diferentes grupos urbanos que se reúnen y definen a partir de determinados gustos como la música, el vestuario o sus hábitos, en la medida en que configuran y revelan nuevas señas de identidad, muy diferentes a las anteriores, articuladas aquí como expresión de una específica afinidad (Miguel Trillo).
Señas de identidad de la fotografía de su tiempo, de cada tiempo, y señas de identidad, diversas y cambiantes en perspectiva e intensidad, de una sociedad en transformación y construcción.